Muchos organismos viven alimentándose de la celulosa y la lignina de la madera, sobre todo hongos e insectos. Así, la madera se degrada, y, en consecuencia, pierde resistencia. El sol y la lluvia también pueden degradarla y son denominados destructores abióticos, contra los que suele haber que tomar medidas.
Todas las maderas no se dañan de la misma manera, y cuentan con una resistencia variable anterior a los agentes degradantes. Por ello, se ha creado el concepto de durabilidad natural. La durabilidad natural de las especies que más se utilizan en le Estado español figuran en la norma UNE 56.417.
Analizaremos los daños que generan insectos y hongos en la madera.